Esta teoría, formulada por Fritz Eider en 1958, explica cómo percibe y explica uno su propio comportamiento y el de los demás.
La semana pasada, hablamos sobre cómo elogiar y los efectos que tiene sobre la autoestima ya que ésta depende de cómo nos percibamos, cómo nos comportemos y las valoraciones de los demás.
El comportamiento se puede atribuir a factores externos, como la suerte, la casualidad- factores que no se pueden modificar- e internos o personales – como la capacidad de hacer algo o las habilidades.
Si atribuimos los éxitos a factores externos y los fracasos a factores internos, la autoestima bajará.
Si atribuimos los éxitos y los fracasos a factores internos, es decir que podemos modificar, la autoestima subirá.
¿Cómo trasladarlo a los niños?
Si por ejemplo, en un examen el niño se dice “Soy un mal estudiante, se me da fatal, nunca conseguiré aprobar”, su autoestima disminuirá y no creerá que puede cambiarlo, y por ello, no se esforzará. En cambio, en esa situación se dice “No he estudiado lo suficiente”, el fracaso no afectara de forma negativa a sus futuros desafíos. Otro ejemplo lo encontramos en la relación entre hermanos.
En muchas ocasiones, oigo “Eres un mal hermano”, este tipo de afirmación afecta a la autoestima del niño y no conseguiremos que cambie el comportamiento que no nos gusta.
La manera correcta de decírselo, sería explicarle que es lo que se espera de él, en vez de insistir en lo que no nos gusta.